Los pecados de Andrés Manuel

Por Pixel Indeleble

Llegó al poder presidencial con la etiqueta de mártir, presumiendo un aura de santidad y moralidad, pero desde hace dos años el Presidente de México Andrés Manuel López Obrador, nos ha demostrado que solo es un político maquiavélico, oscuro y malicioso.

Labioso, sonriente y mesiánico, así señaló los errores de sus rivales políticos y aseguró que su “plumaje no era de esos que se ensucian en el poder”, señaló culpables y aseguró que no cometería los mismos actos impuros.

Se atrevió a usar el Evangelio y citar al Papa Francisco para burlarse de sus opositores, atentando con ello al Estado laico y manipulando la religión para confrontar a sus seguidores, sin olvidar que además usa imágenes religiosas irónicamente para protegerse del Covid-19 o de sus enemigos políticos.

Ya es habitual en el “prejidente” cometer estos actos de modo habitual, oscureciendo aún más su conciencia y retorciendo la valoración concreta de los actos humanos, lo que resulta en situaciones dañinas para la sociedad mexicana.

¡Pero eso no le importa!, López Obrador es soberbio (es el más serio y principal de los pecados capitales), él y sólo él tiene la razón y la última palabra; posee una fuerte sobrevaloración del yo y ante el pueblo se esconde bajo el disfraz de humildad.

Su soberbia ha generado cientos de miles de muertos por no reconocer que no saben controlar la pandemia y que no han atacado el problema del narcotráfico de manera frontal, peor aún, cientos de niños con cáncer han muerto ante la falta del gobierno para comprar medicinas.

Después de todo, el mandatario no es tan iluminado como se dice. También lo asalta la ira contra quienes lo confrontan o piensan diferente a él, no puede controlarse y se salta los procedimientos judiciales para sentenciar y señalar sin pruebas.

Como buen político es avaricioso y envidioso, desea el poder para sus partidarios y beneficios económicos para sus familiares, total, “qué tanto es tantito”.

El país se desmorona en diversos ámbitos, pero al tabasqueño poco o nada le importa, quería el poder y ya lo tiene, el destino de millones de mexicanos esta es sus manos, por lo menos este sexenio, pero no hay mal que dure 100 años, dice el dicho.

Ojalá y de verdad López Obrador pudiera sentir empatía o respeto por el sufrimiento de los ciudadanos, sería bueno que fuera un hombre de fe y abriera su corazón para que quienes sufren tengan consuelo.

Señor Presidente, por favor, use esa labia para conseguir mejoras estructurales que de verdad vuelvan a traer prosperidad a México y las familias.

Mesías y fariseos ya hay muchos, necesitamos buenos gobernantes.