Juan Miguel Alcántara Soria

De adicciones, narcomenudeo y muerte en Gto

Por Juan Miguel Alcántara Soria

Irapuato, mi ciudad, sufre, tiene un maldito dolor. Otra masacre en un centro de rehabilitación para jóvenes con adicciones, “anexo”; la cuarta en medio año. Familiares cargan solos su dolor evitable y las tareas para con sus adictos, porque los gobiernos no apoyan terapias (tampoco a niños con cáncer ni a estancias de menores ni refugios a mujeres violentadas), ni protegen; estigma de sus muertos por fuego entre mafias que escalaron su confrontación a niveles estúpidos es sobrecarga. Seguramente la mayoría de esos jóvenes no estuvieron involucrados en actividades delictivas. Son víctimas de grupos que aterrorizan a la población, dejando señales físicas presuntuosas de su predominio territorial; asesinos que reclaman sumisión y lealtad incondicional a cualquier actor criminal local, y quieren engarrotar a fuerzas policiales. De la decena de grandes grupos delictivos que operan en Guanajuato, los dos más sanguinarios se reparten: a uno, el uso de algunos de esos anexos para reclutar y resguardar sicarios e inducir consumo y venta de drogas; al otro, el uso de ciertas vulcanizadoras o talacheras para mercadeo de huachicol e ilícitos adictivos. Reciprocidad indiscriminada de masacres, irracional. Perdimos el sentido de pertenencia al género humano.

A fines de los 90s nuestro país dejó de ser mero productor de amapola, mariguana, aparte de ruta de paso hacia el mayor consumidor de sustancias y drogas ilícitas, EU, y nos convirtieron en consumidor de drogas. Los narcos norteños escalaron acciones para provocar mayor consumo, y para controlar hegemonía territorial de mercados ilícitos, utilizando creciente violencia. Además, mafias de EU pagan droga con armas que aduanas no ven. Hoy vivimos el año más violento de nuestra historia por falta de valor y de estrategia integral ante inseguridad, drogas y adicciones. Debemos desenmascarar manifestaciones, y exigir una política de prevención integral, así como no impunidad.

La dimensión social de la delincuencia organizada son millones de niños que mafias hacen adictos hoy al cristal -sumamente tóxica, intensamente adictiva-, y al éxtasis o tachas, que aparecieron en el noroeste en los 80s. Fenómeno adictivo masivo e incremental, que deriva también a secuestro de menores, tráfico sexual, pornografía infantil. En GTO crece consumo de éxtasis, cocaína, heroína, mariguana en sectores con poder adquisitivo y universitarios, -pueden sufragar rehabilitación cuidada-; en el medio rural y suburbano se demanda cristal y mariguana baratas, -no cuentan con centros para adicciones seguros-. GTO abrió 5,629  carpetas por narcomenudeo de enero-mayo, de un total de 32,795 denuncias en el país, somos 1er. Lugar también: ¿cuántos niños víctimas?. Prioricemos ámbitos fundamentales de actuación: familia, escuela y medios de comunicación, instancias básicas de socialización de niños y jóvenes en abordaje preventivo, donde destaca un activo: familiares de adictos con inmensas capacidades de colaboración, despreciadas.

Para combatir al narcomenudeo, competencia de autoridades locales, se requieren estrategias con la mayor participación social posible. Al hacerse inteligencia social -ciudadanía y policía municipal-, se incrementan capacidades de contención y disminución de tráfico de drogas (aislable en lugares vigilados si se aprueba idea del presidente López de despenalizar algunas drogas). Las madres saben bien qué tiendita, casa, salida escolar, taller o baldío mercadea, y quienes incitan consumo, en especial, entre menores. Se ocupa investigación preventiva y liderazgo de alcaldes para hacer ciclo de inteligencia de políticas de salud y seguridad. Entendamos que el existencialismo nihilista de José Alfredo, ”No vale nada la vida” en este mundo, es canto, no ciencia, ni técnica. ¡Qué dolor evitable!

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