19 Nov Cubrebocas y distanciamiento social, o enfermedad y muerte
Por Juan Miguel Alcántara Soria
En nuestro entorno hay personas devaluadas, sin valores, que incrementan el dolor evitable de Covid. Unas desatienden medidas sanitarias del semáforo que es concreción del “No matarás”, y piensan que lo malo no es lo que hacen o dejan de hacer, sino que se sepa (“No mentirás”).
Otras no seleccionan valores humanos a proteger: diputados de Morena no presupuestaron para el 2021 vacuna para 100 millones de mexicanos contra Covid –AMLO optó por inundar bajos de Tabasco antes que Dos Bocas-. Evidencia de urgencia de educar o formar pueblo, y evitar dos extremos: egoísmo o individualismo antisocial, y masificación o aborregamiento. Un punto de partida: reconocer que cada uno de nosotros es una unión substancial de cuerpo material orgánico y alma espiritual, con conocimientos sensible e intelectual, con libertad, capacidad de autodeterminación en su voluntad, con vida afectiva, emociones, con individualidad y sociabilidad, con historicidad y trascendencia. En síntesis: somos seres en sí, cada uno valioso en sí, no en otro; un fin en sí; enseña el realismo crítico.
Las exigencias de cubrebocas o distancia no se nos aparecen a todos como cosa dada, sea por ignorancia culposa, o incapacidad. La evidencia de esta exigencia natural –respeta la vida e integridad humanas, valores básicos-, está ahí ante nuestro espíritu, como algo que no depende de nuestra voluntad. Y está, no solo como está una fórmula matemática que dice simplemente lo que es (2 x 4 son 8), sino que dice lo que DEBE HACERSE: No matarás. No mentirás. La moral primaria se basa en la NATURALEZA de las cosas y de la persona misma, no en un contrato. Para unos, en cuanto más clara es, tanto más resuelta es nuestra respuesta: uso cubre-bocas para evitar contagio y muerte. Para otros, parece no ser tan evidente, y puede ser condicionada: uso cubre-bocas o tengo sana distancia, si alguien me ve, me lo impone o me es útil.
Hay tres tipos fundamentales de valores o bienes: útiles (dinero, vacuna), deleitables (música, un atardecer), y morales u honestos (verdades, amistad, salud, bien común). El valor o bien moral es la conducta recta del hombre en sus actos conscientes y libres, y por tanto, los valores útiles y deleitables están regidos por los valores o fines morales. Éstos tienen características positivas para el ser humano y su conducta, por ser una cosa o realidad que le conviene, perfecciona, atrae -según la naturaleza de cada ser-; y que para los seres humanos, impone una acción. Contienen un deber-hacer que es valioso. Constatamos que la ESTIMACIÓN de los valores es muy distinta en diversos tiempos y lugares. Para unos (Trump, AMLO, Grupo Elektra, el utilitarismo inglés), hay valoraciones distintas entre personas, por la relatividad de los valores mismos: Si la situación y los objetos y acciones correspondientes NO me resultan ya ÚTILES, cambian también su valor. Hoy el confinamiento puede ser dañino según ellos pues las personas son útiles para producir riqueza o votos. Pero pueden imaginarse otra situación: que las personas mueran, ello cueste, y dejen de producir riqueza. Estos confunden nuestra actitud o valoración con el valor mismo.
Otros, los idealistas, aceptan que nuestras estimaciones de los valores varían, pero esa valoración es algo del todo distinto del valor mismo: las estimaciones son relativas, cambiantes; los valores en sí son eternos e inmutables, dicen. Para el realismo crítico, la VISIÓN y estimación de los valores depende, primero, de la inteligencia: las naturalezas de las cosas existen y se pueden conocer o captar dentro de los límites humanos. Después, depende, sobre todo, de la voluntad, que quiera o apetezca –o no- esa realidad concreta (verdad, bien) que perfecciona. Hay valores variables (la existencia del hombre, su historicidad). Y valores permanentes (su esencia de ser racional): La persona y su vida e integridad humanas, lo primero, ya que cada uno es un valor o fin en sí mismo; nadie medio de nada ni de nadie. ¡Cubrebocas, distancia social! ¿O enfermedad y muerte?