23 Abr La derrota del Presidente
Andrés Manuel López Obrador ya hizo historia.
Se convirtió en el primer titular del Poder Ejecutivo al que el Poder Legislativo le rechaza una reforma a la Constitución. Unidos, los partidos de Oposición le dieron un fuerte revés a López Obrador al no avalar la iniciativa de reforma eléctrica.
A eso súmele —como dicen, échele lápiz—, que una semana antes había perdido 15 millones de votos, porque de los 30 millones que sufragaron por él en el 2018, sólo el 50 por ciento acudió a la consulta por la revocación de mandato. El presidente, como todos los mexicanos, suma puras pérdidas.
López Obrador ha perdido votos, confianza, inversiones, credibilidad y, hay quien asegura, hasta la razón. Mientras los mexicanos por culpa del partido en el poder, perdemos seguridad, empleos, salud, bienestar, poder adquisitivo y paciencia.
En tres años, la 4T se extinguió y no transformó nada, al contrario a su paso dejó enfermos, desolación, destrozos, deforestación y un río de sangre.
El desconocimiento del Presidente —y luego los asesores que no ayudan— ha generado una ola de desaciertos que afecta a los mexicanos en todos los aspectos y ahuyenta inversiones extranjeras.
Por ejemplo, todo lo que huele a privatización al Mandatario le da escozor por sus prejuicios y frena el desarrollo del País, tal es el caso del litio. México no cuenta con la tecnología para explotar los yacimientos, pero el Presidente no quiere asociarse con extranjeros para detonar su explotación.
¿Se imaginan si eso pasara en Guanajuato? El Estado no haría negocios con todas las empresas trasnacionales que se han asentado en la entidad gracias a la confianza y beneficios que la Administración de Diego Sinhue Rodríguez Vallejo les ofrece.
Afortunadamente, cada vez son más las empresas de talla mundial que confían en Guanajuato para establecer sus plantas de producción, o bien, ampliarlas generando empleos y bienestar.
Al Presidente de México lo derrotó la Oposición, aunque él ya estaba en la lona por su falta de visión.