Juan Miguel Alcántara Soria

Del concierto de inconstitucionalidades al desconcierto de estupidez

Por Juan Miguel Alcántara Soria

Los ministros de la Suprema Corte de Justicia resolvieron la constitucionalidad de la consulta popular pero con pregunta diferente. Al analizar la pregunta original del presidente, el ministro Luis Ma. Aguilar, concluía que su contenido eran un “Concierto de inconstitucionalidades”, inaceptable. El presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, en sesión del pleno se adelantó y maniobró para, servil, obsequiar otra pregunta muy distinta, sacada de la manga, más ambigua, aprobada por 6 y reprobada por 5 ministros. No se necesita ser abogado para concluir que la nueva pregunta, además de no tener que ver con la materia propuesta por el Ejecutivo (ex-presidentes a tribunales), es estúpida, en el doble sentido de la palabra: porque causa estupor y por irracional. Estupor, pasmo, porque nos preguntarán si estamos de acuerdo en esclarecer “las decisiones políticas tomadas en el pasado de cualquier actor político” –presidentes, gobernadores, procuradores, legisladores, ministros, escoja usted-, sin que el resultado obligue a ninguna autoridad a enjuiciarlos. Por prevalecer el criterio populista electorero sobre el jurídico, compartiendo ellos con AMLO protagonismos de capítulo de telenovela política.

Desampara al Estado de Derecho, al validar que votación de la masa someta al imperio de la ley.  Nos costará $ 8 mil millones, más costos de comisiones de la verdad resultantes. Y es irracional o muy tonta, por dañar al sentido del honor de los ministros y de la Corte misma; por romper equilibrios políticos ya afectados; deteriora la calificación del riesgo-país (en 2020 bajamos en índice mundial de Estado de Derecho al 104 lugar); y agrava más la polarización entre mexicanos.

El presidente de la Corte fue mi alumno en la Escuela Libre de Derecho; el primer año, en Sociología, y el quinto, en Filosofía del Derecho; en ambas obtuvo calificación superior. En octubre de 1988, al iniciar yo trabajos de coordinador de una decena de diputados federales del PAN que atendimos encomienda que nos dio Luis H Álvarez de elaborar una propuesta de reforma política, organicé un seminario de Derecho Político como punto de partida, al que invité como ponente, entre otros, al ex-alumno Arturo Zaldívar, novel abogado constitucionalista. Sus filias y fobias ideológicas eran conocidas desde el inicio de la carrera. Él, como antes yo, fuimos alumnos de Luis Pasos en el 1er. curso de Economía Política, en el mismo grupo, 1 “C”, y nos confrontamos con éste, porque era y es defensor a ultranza del individualismo en su expresión más tangible, el capitalismo; Arturo, por el contrario, de tesis socialistas, en su expresión socialdemócrata. (Yo opté por una tercera vía, la de la Economía Solidaria o del Humanismo Político, que supera disyuntiva individualismo-colectivismo). Hoy sus alumnos le reclaman a Arturo incongruencia con sus tesis del “efecto corruptor”, expuestas en el asunto Cassez (en que discrepamos entonces al haber sido yo Subprocurador Jurídico de PGR).

Es exigible en quienes desempeñan un cargo público de juez -y más presidente de la Corte-, considerar que por encima de filias y fobias políticas, incluso de tesis ideológicas, hay un marco normativo ético-jurídico obligatorio en los garantes de la Constitución y los derechos humanos, por lo que deben sub-optimizar su ideología personal. No tenía opción la Corte de obsequiarle al presidente López pregunta a modo, sin dañarse; dio pretexto para lavarse las manos, y que AMLO se meta de lleno en el próximo proceso electoral, y después al de “esclarecimiento”, lo que esto sea. Hoy la Corte hace política, y el presidente pretende impartir justicia. (Otro ex-alumno nuestro ExLibre, Héctor Herrera, presidente de la Barra Mexicana de Abogados, sí defendió la Constitución, no la popularidad). Es necesidad de la Nación que el poder contenga al poder, y más el abuso del poder. Del concierto de inconstitucionalidades, al desconcierto de estupidez. La lucha por el Derecho sigue.